La más multitudinaria. El momento cumbre se produce cuando los tamborileros, abren paso a las imágenes del Medinaceli y Los Azotes, que se trasladan desde la Parroquia de San Roque, hasta la Asunción.

El Rabal, se ve invadido por una muchedumbre de tamborileros que no dejarán de redoblar (excepción hecha de la degustación del típico mojete en la madrugada), hasta la recogida de la Procesión del Calvario.

Sobre el amanecer de Viernes Santo, un río de tamborileros y peñas, realizan la subida al Calvario por el camino de las columnas. Tras el almuerzo y con la llegada de la Dolorosa, se realiza la bajada.

Los orígenes de esta Tamborada se remontan a la década de los años 20 y se potenció para que la mujer hellinera fuese la principal protagonista del tambor.

Miles de tamborileros y peñas bajan hasta el Recinto Ferial, para participar en la celebración de El Encuentro entre La Dolorosa y El Resucitado. Un estremecedor silencio que estalla en una explosión de redobles cuando se unen y se abre la piña con las palomas.